La Beatificación

BEATIFICADOS LOS PASTORES DE FATIMA, JACINTA Y FRANCISCO
CIUDAD DEL VATICANO, 13 MAY 2000 (VIS).

Juan Pablo II beatificó esta mañana en la explanada del Santuario de Nuestra Señora del Rosario (Fátima) ante más de medio millón de personas, a Jacinta y Francisco Marto, dos de los tres pastorcitos de Fátima, cuya fiesta se celebrará el 20 de febrero. Concelebraron con el Papa los cardenales y obispos presentes allí para la ocasión.

Antes de la celebración eucarística, el Papa visitó las tumbas de Jacinta y de Francisco, que se encuentran en la Basílica, y conversó unos minutos con Sor Lucía, la única de los tres videntes aún en vida. La Basílica fue consagrada en 1953. Los quince altares laterales están dedicados a los quince misterios del Rosario. El cuadro del altar mayor representa el mensaje de la Virgen a los videntes.

«La Iglesia, con este rito

-dijo el Santo Padre en la homilía-, quiere hacer que luzcan estas dos llamas que Dios ha encendido para iluminar a la humanidad en sus horas oscuras e inquietas».

Tras recordar el deseo del Beato Francisco de consolar a Jesús, triste, como consecuencia de los pecados, dijo: «En su vida se obra una transformación que se podría decir radical; una transformación ciertamente no común para los niños de su edad. Se entregó a una vida espiritual intensa, que se tradujo en una oración asidua y fervorosa, llegando a una verdadera forma de unión mística con el Señor. (…) Francisco soportó los grandes sufrimientos causados por la enfermedad, que le llevaron a la muerte, sin lamentarse nunca. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con la sonrisa en los labios».

«En su solicitud materna, la Santísima Virgen vino aquí, a Fátima, para pedir a los hombres ‘no ofender más a Dios, Nuestro Señor, que ya es muy ofendido’. Es el dolor de madre que le obliga a hablar; está en juego la suerte de sus hijos. Por eso, pide a los pastorcitos: ‘Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores; que muchas almas van al infierno porque no hay nadie que se sacrifique y rece por ellas'».

Juan Pablo II señaló que «la pequeña Jacinta compartió y vivió esta aflicción de la Virgen, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. (…) Se quedó tan impresionada por la visión del infierno, durante la aparición del trece de julio, que todas las mortificaciones y penitencias le parecían pocas para salvar a los pecadores».

«Aquí en Fátima, donde fueron vaticinados estos tiempos de tribulación y la Virgen pidió oración y penitencia para abreviarlos, quiero dar gracias al cielo por la fuerza del testimonio que se manifestó en todas aquellas vidas. Y deseo celebrar una vez más la bondad del Señor conmigo, cuando, aquel 13 de mayo de 1981, herido, fui salvado de la muerte. También manifiesto mi reconocimiento a la Beata Jacinta por los sacrificios y las oraciones hechos por el Santo Padre, que había visto sufrir tanto».

Antes del rito de conclusión, hubo adoración con el Santísimo Sacramento. Posteriormente, el Papa saludó a los enfermos presentes: «(Tened confianza (en el Señor)!», les dijo. «Abandonaos en sus próvidas manos, como hicieron los pastorcitos Francisco y Jacinta. Ellos os dicen que no estáis solos. El Padre celestial os ama».

Finalizada la beatificación, el cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, leyó en portugués un texto relativo al tercer secreto de Fátima. (El VIS lo publicó en su edición especial del sábado, 13 de mayo).

Juan Pablo II se trasladó entonces a la Casa de Nuestra Señora do Carmo, donde almorzó con los miembros de la conferencia episcopal de Portugal y con los de su séquito. A las 15,50 se dirigió en helicóptero de Fátima a Lisboa. A las 16,30 de despidió de las autoridades presentes en el aeropuerto internacional «Portela» y emprendió el viaje de regreso a Roma, donde llegó a las 20,45.